Nuestra historia
De pequeño, en la Habana de los años 90, cuando los apagones nos permitían, el tocadiscos soviético cobraba vida en el salón de mi casa. No había mucho más que hacer, así que ponía una y otra vez discos de los 60, mientras mi abuelo me contaba historias de su vida como músico. Me hablaba de escenarios, de noches interminables, de canciones que nunca llegaron a grabarse. Y aunque algunos de esos discos no estaban todo lo cuidados que me hubiera gustado, sonaban como si escondieran secretos entre los surcos.
Hace muchos años que mi abuelo me dejó, pero me dejó su pasión. Por la música, por los discos y por las historias. Y cada vez que coloco un vinilo en el plato, vuelvo al mismo sitio: el salón de mi casa en La Habana, con el sol filtrándose por la ventana y la voz de mi abuelo acompañando cada nota.
Los años pasaron, pero el ritual siguió intacto. Casi todas las tardes, entre café y vinilos, las conversaciones giraban en torno a todo y a nada: el trabajo, ideas locas, teorías sobre cómo arreglar el mundo. Hasta que un día, en medio de una de esas charlas, surgió una pregunta:
—¿Te has dado cuenta de lo difícil que es encontrar un mueble decente para vinilos?
Era cierto. O eran frágiles, o pesados, o simplemente feos como ellos solos. La solución era obvia: hacer algo al respecto.
No se trataba solo de crear un mueble. Se trataba de respetar el ritual. De hacer algo funcional, fácil de transportar, que sirviera tanto para quienes tienen una colección gigante como para los que apenas están empezando. Algo que hiciera justicia al formato físico.
Así nació Keep Them Spinning. Lo que empezó con una idea entre cafés y discos se convirtió en una marca con miles de ventas. Pero más allá de eso, seguimos con el mismo ritual: cada tarde, un disco, un café y la ilusión de seguir creando muebles y soportes para todos los que aman la música tanto como nosotros.